Durante los años del boom inmobiliario en España, transformar locales comerciales en viviendas se puso muy de moda. Y ahora, en 2018, está habiendo un nuevo revival de esta tendencia por una serie de razones. El coste de la vivienda está subiendo, impulsado por la demanda, y comprar un local comercial hoy sigue siendo más barato, especialmente desde que el comercio electrónico haya hecho que muchos negocios ya no necesiten sede física o local a pie de calle. Sin embargo, pocas personas se atreven a explicar los múltiples inconvenientes de llevar a cabo una operación así.
Los inversores o promotores de este tipo de vivienda buscan un perfil muy determinado. En zonas residenciales o con una alta demografía, buscan locales comerciales que por su localización no resultan un buen emplazamiento para un negocio de venta al público. Los intermediarios, las reformas necesarias para hacer que el local sea habitable y el tiempo que esta puede llevar, a veces durante años, hacen que la inversión no sea tan redonda como cabría espera, especialmente para el comprador final. Transformar un espacio creado para el negocio como un lugar donde vivir puede resultar muy caro.
El otro gran inconveniente, por otro lado, es la cantidad de permisos, licencias y readaptaciones que se han de hacer hasta conseguir transformarlo en una vivienda que tenga cédula de habitabilidad. Hay multitud de condicionantes urbanísticos y técnicos que pueden tirar al traste todo el proyecto. Es fundamental que en los estatutos de la comunidad no esté prohibido específicamente el cambio de denominación del local comercial. También es necesarios cumplir el código técnico de edificación en áreas como la accesibilidad, la salubridad y la seguridad frente a los incendios. Estos requisitos dependen de cada ayuntamiento, y cumplirlos para así poder legalizar la vivienda puede convertirse en un verdadero quebradero de cabeza.