El dato lo deja claro: la presencia de jóvenes en el mercado inmobiliario ha pasado del 38% al 29% desde 2017. Una tendencia que se está notando especialmente en el mercado del alquiler. La precariedad laboral y el alza de los precios son los principales responsables de este fenómeno, aunque la (falsa) creencia de que “alquilar es tirar el dinero” también afecta. Cuando los precios del mercado del alquiler llegan al mismo nivel que los de la letra de una hipoteca, los españoles nos decantamos por la compra. Y en muchas ocasiones lo hacemos por una cuestión de creencia o convicción, más que de números.
El envejecimiento de la población es otro proceso que están contribuyendo a empeorar esta situación. Por no mencionar que diversas asociaciones de consumidores advierten que la mayoría de los inmuebles están sobre valorados. Comprometerse a pagar una vivienda durante 20 años sin saber cuál será nuestra futura situación económica o la evolución del mercado, puede ser una empresa arriesgada. De ahí que ahora mismo haya dos tendencias marcadas entre los jóvenes. La primera es retrasar la emancipación, respuesta que se da mayoritariamente en edades comprendidas entre los 18 y los 24 años. El segmento que va de 25 a 34 años es el que elige mayoritariamente comprar antes que alquilar.
No obstante, esta predilección por la compra no significa que los jóvenes no necesiten endeudarse. Los datos muestran que el 82% de los jóvenes que compraron vivienda durante el 2018 necesitaron hipotecarse, un 4% más que en 2017. Estos estudios muestran también que casi la mitad de los menores de 35 años se plantean comprar a medio-largo plazo. Y es que el crecimiento de los precios, a pesar de que muchas veces se toma como un signo positivo, también puede ser un indicador negativo que aleja a un importante sector de la población del mercado. Corregir esta situación es uno de los grandes retos de administraciones.