El 25 de marzo se realizó el cambio de hora, pasando de las 2.00 a las 3.00 AM y dando comienzo por fin al horario de verano. Este cambio de hora se realiza bajo el precepto de que resulta un gran ahorro de energía y obliga a todos los estados comunitarios a realizarlo durante el último fin de semana marzo. Sin embargo, en los últimos años la Unión Europea ha recibido muchas solicitudes para revisar esta política, dado que existen muchos indicios de que hacer este cambio de hora puede no ser tan positivo como aparenta. Países como Francia o Finlandia alegan que el ahorro es mínimo mientras que los perjuicios a los ciudadanos son mayores de los que nos pensamos.
El principal argumento a favor del cambio de hora es el del ahorro energético. El aumentar las horas de sol tiene un impacto positivo en el ahorro no solo en el área doméstica, sino en el de sectores como el ocio, el transporte, comunicaciones, seguridad vial, laboral etc. Según el ministerio de Industria, Energía y Turismo, el ahorro potencial en España del cambio de hora asciende hasta el 5% del consumo, lo cual equivale a unos 300 millones de euros. De esa cantidad, 90 millones proviene del ahorro de los hogares, que tiene una media de 6€ por cada vivienda. En el sector industria y servicios el ahorro se contabiliza en 210 millones de euros.
Los detractores del cambio de hora alegan que el cambio en las horas afecta la dinámica del cuerpo y el sueño de los ciudadanos, alterando invariablemente su tiempo de descanso. Es por eso que, normalmente, la gente requiere uno o dos días de adaptación para evitar el “jet-lag”. Esta discusión se une a la noción de que los horarios en España son diferentes a los del resto de Europa, y que una modificación podría mejorar nuestra calidad de vida y nuestra productividad. El debate sigue abierto.
