Las oficinas o espacios de coworking se han popularizado en los últimos años como una modalidad de trabajo moderna. Este tipo de instalaciones se expanden porque permiten a sus usuarios trabajar de forma autónoma y flexible, y fomentan un entorno laboral innovador, más abierto, más funcional y con mayor comunicación. Estos espacios pueden adaptar sus prestaciones de forma más sencilla a las necesidades de la cambiante realidad global.
Una de las principales ventajas del coworking es la flexibilidad que ofrecen. Al contrario que las oficinas tradicionales estos permiten a sus usuarios el pago de una cuota mensual que incluye el gasto del local, la electricidad o internet, entre otros servicios. Además, los desperfectos o el mantenimiento de las instalaciones es responsabilidad del propio espacio, lo que permite a quienes las contratan despojarse de preocupaciones para centrarse en su trabajo. Es por eso por lo que son cada vez más los emprendedores, autónomos y empresas del siglo XXI que deciden instalarse para desarrollar sus proyectos, trabajos o reuniones. El ahorro económico es otra de las principales ventajas especialmente en las grandes ciudades, donde los precios de los alquileres son cada vez más altos. La pugna por hacerse con este sector está llevando a las principales empresas a crear espacios cada vez más desarrollados y a ofrecer actividades de mayor excelencia y profesionalidad para mantenerse competitivas.
Sin embargo, tras más de diez años del surgimiento de esta modalidad de trabajo, algunos de sus usuarios reconocen que los espacios de coworking no sirven para desarrollar todas las actividades y algunos trabajos pueden no encajar. Los negocios estrechamente ligados a la creatividad y a las nuevas tecnologías se adaptan perfectamente a este tipo de espacios. En cambio, para otro tipo de empleos los sonidos, el trafico de personas o las distracciones propias de estas oficinas, pueden resultar difíciles para llevar a cabo sus actividades diarias.
